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Carlos

Isidoro Gordillo Mesa

Ganador del Premio en la categoría de trabajos de cantería y albañilería

Isidoro Gordillo es miembro de la quinta generación de una familia de maestros caleros originaria de Morón de la Frontera. Allí la tradición de la producción de cal se remonta hasta el año 1874, cuando sus antepasados instalaron los primeros hornos de cal en la región. Desde el año 2018, una vez jubilados su padre y su tío, Antonio y Francisco Gordillo Montaño, respectivamente, Isidoro dirige la empresa Gordillo’s Cal de Morón SLU. 

Desde tiempo inmemorial, tanto la cal como el oficio de calero han sido las señas de identidad del municipio de Morón de la Frontera. Con antecedentes que se remontan hasta la época romana, la producción de cal ha sido una actividad importante y distintiva de la región, por tratarse de un material valorado tanto por sus propiedades como por su importancia histórica y cultural. Morón de la Frontera se ha destacado como un centro neurálgico para la producción de cal en la Península. El material salido de sus hornos ha sido de esta manera ampliamente utilizado durante siglos tanto en la construcción de monumentos históricos y religiosos como en edificios civiles y viviendas.

La cal es uno de los conglomerantes más antiguos utilizados en la construcción. Este material, obtenido de la calcinación de piedra caliza con un alto contenido de carbonato cálcico, es biodegradable y transpirable, lo que lo convierte en un material ecológico que no requiere procesos de fabricación complejos ni emite sustancias químicas dañinas al medio ambiente. A medida que avanza en su ciclo de producción la cal experimenta cambios en su composición química y en su estado físico, de manera que termina por adquirir con el tiempo una notable dureza y resistencia. En la actualidad, la cal producida por Isidoro Gordillo no sólo es empleada en el campo de la construcción, sino también en los de la agricultura, la alimentación, la minería, el tratamiento de aguas o la industria química. Además, es uno de los conglomerantes más demandados por los profesionales dedicados a la restauración de edificios históricos.

Si bien a día de hoy la producción de cal en Morón de la Frontera sigue siendo una actividad importante y existen varias empresas en la zona dedicadas a la extracción y a la producción de la misma, sólo Isidoro Gordillo mantiene en funcionamiento hornos de construcción tradicional –hasta tres– que permiten la obtención de cal mediante el uso de las mismas técnicas artesanales que han sido utilizadas desde la antigüedad.

Isidoro ha compaginado durante toda su vida la práctica profesional con la labor docente. De esta manera, ha impartido cursos y talleres en la Escuela del IPCE (Instituto del Patrimonio Cultural de España), en Nájera; en el IAPH (Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico); en el Centro de formación Museo de la Cal de Morón; en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla; en distintos Colegios de Arquitectos, como los de Valencia, Sevilla, Cáceres, Vigo, o La Coruña; en la Sierra de Francia, para la Diputación de Salamanca; o en Toledo, para el Consorcio de dicha ciudad, entre muchos otros lugares.

En el año 2011 la producción de cal de Morón fue incluida en el Registro de Buenas Prácticas de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Esta declaración ha supuesto un gran impulso al uso de la cal en la Península y ha contribuido a que en la actualidad el uso de este material se encuentre en auge.

Manuel

Vicente Casero Flores

Ganador del Premio en la categoría de trabajos de la madera

Vicente Casero es un maestro carpintero especializado en la restauración y en la construcción de los emblemáticos molinos de viento de la región de La Mancha. A lo largo de su extensa trayectoria ha conseguido recuperar un oficio que había caído en el olvido durante más de un siglo debido a la falta de continuidad entre la última generación de maestros constructores de molinos y las posteriores generaciones de carpinteros molineros.

Vicente comenzó su andadura profesional como alumno de la escuela-taller “El Pósito”, en la que se formó como carpintero. Continuó su formación en varios talleres de carpintería, hasta que pasó a formar parte de la escuela-taller “Molinos de Viento” de Campo de Criptana, en la que trabajó como monitor. Aquí tuvo la oportunidad de trabajar en la restauración del molino de viento “Sardinero”, del siglo XVI, uno de los únicos nueve molinos que se conservan en Castilla-La Mancha con maquinaria original. Esta experiencia le permitió adentrarse en el estudio de un oficio que en aquel momento –finales de los años noventa del siglo pasado–, como se ha señalado, se encontraba completamente extinto.

Uno de los rasgos distintivos que caracterizan a los molinos de La Mancha y los diferencian de otros ejemplos de la Península y de las islas, además de su gran tamaño, es la notable similitud que existe entre todos los molinos que han llegado hasta nuestros días. A pesar de que pudieran existir varios siglos de distancia entre la construcción de unos y otros, las medidas de los distintos elementos que se han conservado, así como la uniformidad de los distintos mecanismos, nos hablan de un sistema constructivo que, desde muy temprano, alcanzó un nivel de perfección que apenas requirió de mejoras o innovaciones a lo largo de los siglos posteriores. En contraposición con otros modelos de la época, en los que se introdujeron importantes avances tecnológicos, como la llamada vela latina, en los talleres de construcción de molinos de La Mancha se siguió una forma de construir muy arraigada y común a todos ellos en la que apenas se produjeron variaciones.

Vicente ha tenido el privilegio de trabajar en los nueve molinos de viento de La Mancha que aún conservan su maquinaria original. Esta experiencia le ha permitido estudiar minuciosamente estas estructuras y desentrañar las técnicas y los procesos que se emplearon en su construcción. Así, ha podido aplicar después estos conocimientos adquiridos a la construcción de molinos de nueva planta, con las mismas características que los originales y completamente operativos.

De esta manera, a lo largo de su extensa trayectoria como constructor y restaurador de molinos de viento, ha podido participar en la rehabilitación de la maquinaria del molino “Pechuga”, en El Romeral; en la rehabilitación del molino “La Unión“, en Camuñas; en la restauración del molino de “Ojos Negros”, en Teruel; en la restauración del molino “Zacarías”, en Los Yébenes; en la construcción de un molino de nueva planta con maquinaria funcional en la finca “La Jaraba”, en Villarrobledo; en la reproducción de una maquinaria de molienda para el Museo Quijote, en Ciudad Real; y en la realización de diversos trabajos de restauración en molinos emplazados en Consuegra, Campo de Criptana, Mota del Cuervo, Villamayor de Santiago, Quero, Viñuelas, y Moral de Calatrava. Una gran parte de los molinos en los que ha trabajado han sido declarados Bien de Interés Cultural (BIC).

Ubedíes

Javier Goicoa Juango

Ganador del Premio en la categoría de acabados y otros trabajos de la construcción tradicional

Javier Goicoa, originario de la zona de Irati, en Navarra, es uno de los últimos maestros tablilleros que quedan en España. Aunque aprendió el oficio de construir cubiertas con tablillas de madera en su juventud,  ha sido en los últimos años cuando ha podido practicarlo con mayor asiduidad, desde que en el año 2019 se decidió restaurar la cubierta de la ermita de la Virgen de las Nieves, en la Selva de Irati, con tablillas de madera de haya, tal como había sido construida originalmente. Desde entonces, junto a su compañero Jesús María Larrañeta, está haciendo una importantísima labor por evitar que los conocimientos asociados a este oficio se extingan.

Su inicio en el oficio se produjo a una edad muy temprana, gracias a su vecino Fermín Elizondo, a quien ayudaba en su tiempo libre. El señor Elizondo, al igual que muchos otros artesanos de esta región navarra, se dedicaba a elaborar tablillas por encargo. Fue gracias a sus enseñanzas que Javier pudo adquirir la técnica y el conocimiento necesarios para producir sus propias tablillas. 

Para comprender la razón por la cual los tejados de esta región eran cubiertos con tablillas de madera de haya es preciso tener en cuenta que, tradicionalmente, tanto el clima particular de cada zona como las materias primas disponibles en el territorio eran los que determinaban la forma y los materiales empleados en la construcción. De esta manera, la utilización de madera de haya en las cubiertas es una decisión lógica si se atiende a su disponibilidad y a las condiciones climáticas de la región. En la zona montañosa del norte de Navarra, donde se registran copiosas nevadas, estas condiciones climáticas exigían que las cubiertas tuvieran una gran pendiente. Los materiales locales, principalmente la madera, se empleaban tanto para las armaduras de las cubiertas como para los propios elementos de cubrición. Por toda la región era frecuente encontrar tejados terminados con tablillas de madera de haya.

A pesar de todas las ventajas que ofrecía este sistema de cubrición, algunos de sus inconvenientes contribuyeron a su gradual declive. Entre ellos se encontraban el riesgo de deformación y de putrefacción de las tablillas, así como, especialmente, el peligro de incendio cuando la madera se encontraba seca. Frente a estos problemas, las tejas planas de arcilla cocida, cuyo empleo pronto se extendió por toda la zona, ofrecían una serie de ventajas, lo que favoreció la progresiva sustitución de las tablillas de madera por estas últimas.

En la actualidad Javier y su compañero Jesús María Larrañeta se han propuesto culminar una importante tarea: transmitir su conocimiento a una nueva generación de tablilleros a través de cursos, exposiciones y demostraciones. Su objetivo es garantizar la conservación y la continuidad de un oficio casi extinto.

Tiznajo

Abel Portilla

Ganador del Premio en la categoría de trabajos del metal y del vidrio

Abel Portilla es un maestro fundidor de campanas de Gajano, en Cantabria. Dirige el taller Hermanos Portilla, una empresa familiar que cuenta con una larga tradición en la fundición de campanas y que se ha especializado en la construcción y en la restauración artesanal de campanas, carillones y relojería monumental.

Abel se inició en el oficio a la temprana edad de trece años, cuando su abuelo, Marcos Portilla Linares, comenzó a formarle y trasmitirle todo el conocimiento que había ido acumulando tras una vida entera fundiendo campanas. Entre las enseñanzas que le transmitió fueron especialmente relevantes las relativas al arte de fundir campanas a pie de torre con horno reverbero, una técnica con siglos de historia pero prácticamente abandonada en aquel momento.

Tras iniciarse en el taller familiar, y una vez establecido por su cuenta, los fundidores más reconocidos de aquel entonces le recomendaron que visitara los talleres de los grandes fundidores de Europa, con el fin tanto de aprender las nuevas técnicas de construcción de campanas como de actualizar sus conocimientos sobre el oficio. De esta manera, Abel visitó varias fundiciones en Holanda, Alemania y Francia. Lo que encontró en aquellos lugares, sin embargo, no le agradó; la mayor parte de estos fundidores de campanas habían industrializado casi todo el proceso de fundición, sus campanas tenían todas acabados prácticamente idénticos –muy bruñidos y con barnizados brillantes– y además todas parecían tocar los mismos tonos.

 

Abel decidió por tanto dar continuidad al oficio de la manera en que lo había aprendido de joven, fabricando cada una de sus campanas de manera artesanal y dando preferencia a los encargos de fundir campanas a pie de torre, que le permitían no sólo crear campanas de excepcional manufactura con los materiales y medios de cada región, sino además compartir su oficio con todos aquellos que se acercaban curiosos en cada ocasión a observar su trabajo.

 

A lo largo de su vida Abel ha fundido cerca de 5.000 campanas y carillones, tanto en España como internacionalmente. En la actualidad, además de seguir trabajando en su taller de Gajano, donde forma a su hijo, se ha embarcado en el proyecto de crear una escuela de formación de fundidores de campanas. Para ello está adaptando la antigua casa de sus abuelos en Vierna, también en Cantabria, donde cuenta con varios hornos de leña en los que se pueden fundir campanas de manera completamente artesanal, tal como se ha hecho desde la Edad Media.

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